Consistencia

Me contradigo?
Muy bien, pues me contradigo.
(Soy grande, contengo multitudes).
Walt Whitman, Hojas de hierba.

Haremos caso al viejo Aristóteles y partiremos del principio:

El principio más firme de todos es, a su vez, aquel acerca del cual es imposible el error. Y tal principio es, necesariamente, el más conocido (todos se equivocan, en efecto, sobre las cosas que desconocen), y no es hipotético. No es, desde luego, una hipótesis aquel principio que ha de poseer quien conozca cualquiera de las cosas que son. Y aquello que necesariamente ha de conocer el que conoce cualquier cosa es, a su vez, algo que uno ha de poseer ya necesariamente cuando viene a conocerla. Es, pues, evidente que un principio tal es el más firme de todos. Digamos a continuación cuál es este principio: es imposible que lo mismo se dé y no se dé en lo mismo a la vez y en el mismo sentido1.

[...]

Este ruego (pues no es otra cosa este sueño) aviva el recuerdo de la defensa ofrecida por un hombre acusado por su vecino de haber devuelto una tetera dañada. En primer lugar, devolvió la tetera en buen estado; en segundo lugar, ya tenía agujeros cuando la pidió prestada; y en tercer lugar, nunca la tomó prestada. Una defensa complicada, pero aún así mejor; si se acepta como válida sólo una de las tres líneas de defensa, se debe absolver al hombre2.

[...]

Por Teodicea se entiende la defensa de la sabiduría suprema del creador del mundo frente a la acusación que la razón presenta contra ella a partir de lo que en el mundo no se nos muestra como adecuado a ningún fin. —A esta defensa es a lo que se denomina abogar por la causa de Dios. Aun cuando no fuera en el fondo sino la causa de nuestra razón arrogante que desconoce sus límites —la cual, en verdad, no es precisamente la mejor causa—, con todo, cabe aceptarla en la medida en que (puesta a un lado aquella vanidad) el hombre, como ser racional, tiene derecho a examinar toda afirmación y toda doctrina que le infunda respeto, antes de someterse a ella, para que este respeto sea sincero y no fingido.


Notas

1 Aristóteles: Metafísica, Libro IV, Capítulo 3, 1005b. Trad. Tomás Calvo.
2 S. Freud: La interpretación de los sueños (1899).
3 I. Kant: Sobre el fracaso de todo ensayo filosófico en la Teodicea (1791), trad. Rogelio Rovira.